El Año Jubilar ha tocado a nuestra puerta con la invitación del Papa Francisco a ser “Peregrinos de Esperanza”. Con él, hemos sentido que este Jubileo debía ser un momento de toma de conciencia, a fin de reavivar esta esperanza en nosotras y en el mundo. Porque sin esperanza, la evangelización es imposible; con la esperanza, confiamos en la fidelidad de las promesas divinas.

«Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
«Ni la enfermedad ni la edad deben dispensarnos de nuestras obligaciones cristianas».
Como viajeras en este mundo, peregrinas incansables de esperanza en el camino fascinante de la configuración con Cristo, las Hermanas de la Comunidad San José de la Casa Madre han querido hacer de esta experiencia una realidad respondiendo a la invitación del Papa. Ellas han querido hacer de este Jubileo un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, “Puerta de la salvación”, nuestra única esperanza.

Propusimos a nuestras Hermanas una peregrinación a la Catedral de Notre Dame de París y, sin dudarlo, se encendió en el corazón de cada una un fuego entusiasta. Algo brotaba y se veía en expresiones como:
- «Espero el día para ir en peregrinación a Notre Dame.»
- «¿Tu Irás también en peregrinación a Notre Dame?»
- «Yo Iré con mis Hermanas de la Comunidad en la peregrinación a Notre Dame».
Esto ha sido realmente motivador para todas nosotras.
Como buenas Hijas de la Caridad, comenzamos con confianza en la Providencia divina, poniendo todo en las manos de Dios. Después de una larga preparación logística, pero también psicológica y espiritual, con lecturas de la conferencia de San Vicente sobre el Jubileo y de la carta del Papa Francisco, fijamos nuestra peregrinación a Notre Dame de París para la fiesta del Santísimo Nombre de María.

Es imposible caminar sin la Madre de Jesús, ella que “brilla como un icono de esperanza para sus hijos peregrinos en la historia”, es la primera en el camino y siempre nos precede.
Finalmente, ¡llegó el gran día tan esperado! Comenzó con la Eucaristía celebrada por el Padre José Antonio González, nuestro Director General. EL nos exhortó a vivir este día como un tiempo de gracia y, al atravesar la Puerta Santa, decir a Dios nuestro deseo de conversión, así como los esfuerzos cotidianos que debemos realizar para crecer en este camino.

Después de la misa, la procesión de las Hermanas en silla de ruedas y otras en parejas se dirigió al autobús adaptado a nuestra condición física, es decir, con elevador para sillas.
En el autobus rezamos el rosario y la primera parte de la celebración incluida en el cuadernillo preparado para la ocasión. Los tiempos fuertes fueron: el paso por la Puerta Santa, el descubrimiento de la catedral renovada, la parada —más o menos prolongada— ante la corona de espinas y, por supuesto, la foto del grupo en el atrio de la catedral para inmortalizar esta hermosa jornada jubilar.
Nos impresionaron la atención, la solidaridad y el respeto de los voluntarios, así como la multitud compacta que siempre nos abría paso acompañándonos con una sonrisa, la fraternidad entre nosotras y la alegría de caminar juntas.
¡Todas nosotras estábamos encantadas! Fue tan hermoso que, el tiempo pasó sin que nos diéramos cuenta, y todo nuestro ser se puso a recitar estos versículos del salmo: «Espero con confianza gozar de la dicha del Señor en la tierra de los vivientes» (Salmo 26).

Gracias a todos los que hicieron posible este sueño: a Sor Luisa por su motivación, al Padre Director General que nos acompañó todo el tiempo, a la Comunidad por su entusiasmo y compromiso, a las Hermanas y al personal que nos apoyaron generosamente.
«Señor, con todo nuestro corazón, te damos gracias por tu infinita bondad. ¡Gracias por este día de gracia y de oración!»
Las Hermanas de la Comunidad San José, Casa Madre





