Fallece Sor André, decana de la humanidad
Publicado el 18 de enero de 2023
Sor André, la Hermana de Cévennes, decana de la humanidad, ha fallecido a los 118 años. A lo largo de su vida marcada por 18 presidentes de la República y dos guerras mundiales, se había convertido para los franceses en un emblema de continuidad y resistencia, en una memoria del siglo.
Sor André recordaba la llegada de la electricidad a su pequeña escuela de Alès, el advenimiento del automóvil y la aviación y las penurias de la guerra.
Ella recordaba que todas las mañanas estaba atenta a las rondas del cartero, encargado de distribuir las esquelas de los fallecidos en el frente, y respiraba aliviada cuando él pasaba de largo, señal de que ninguno de sus tres hermanos había muerto. Recordaba como el día más feliz de su vida, el del Armisticio, cuando gentes de toda la región se reunieron en la plaza del pueblo entre lágrimas y cantos.
Ella evocaba su asombrada llegada a París, sus años de institutriz, especialmente con los hijos de la familia del fabricante de automóviles Peugeot, y el asesinato de su presidente favorito, Paul Doumer.
Ella explicaba su conversión y su bautismo de adulta, más tarde, a los cuarenta años, su decisión de entrar en las Compañía de las Hijas de la Caridad, cambiando su nombre de Lucile Randon por el de Sor André, escrito en masculino en homenaje al hermano mayor al que ella tanto quería. Ella relataba las décadas cuidando huérfanos, enfermos y ancianos en un hospital de Vichy, y en la Drôme, antes de trasladarse a Saboya.
A sus 118 años, seguía cultivando sus dos placeres cotidianos, un vaso de vino y un pedacito de chocolate, manteniendo viva la tradición francesa de longevidad, bromeando a menudo sobre batir el récord de 122 años de la arlesiana Jeanne Calment, al que concurría cada día más la Alésienne.
En 2021, su recuperación de Covid la había convertido en un símbolo de esperanza, atrayendo miles de cartas de todo el mundo.
Para ella, su vejez era a la vez «un orgullo y un desastre», porque su salud ya no le permitía prestar un servicio suficiente a los demás, un deseo que la había impulsado profundamente desde su infancia. Inmovilizada en una silla de ruedas, ciega, llevaba siempre la cofia azul de su congregación como recuerdo de esta vocación. La puerta de su habitación, en su residencia de ancianos de Toulon, estaba siempre abierta para acoger a cualquiera que necesitara confiarle un secreto, una oración o una carga un poco pesada.
El presidente de la República y su esposa saludan a esta personalidad altruista a la que los franceses consideraban una figura tutelar, motivo de orgullo y afecto, envían su más sentido pésame a sus seres queridos.
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