«Todo ser humano es amado y querido por Dios por sí mismo y, por tanto, su dignidad es inviolable» (Dignitas Infinita, 11). En consecuencia, es nuestra responsabilidad colectiva ayudar a cada persona a desarrollar todas las dimensiones de su ser, de modo que su dignidad esté garantizada y pueda convertirse en agente de su propio desarrollo. Al hacerlo, sembramos esperanza en sus vidas.
La historia de Osaid Acosta, de Ghana, que escucharemos a continuación en el breve vídeo a continuación, nos muestra que la esperanza no defrauda, porque se basa en la certeza de ser amado por Dios.