La Encarnación nos revela con intensa luz y de modo sorprendente que toda vida humana tiene una dignidad altísima, incomparable. El hombre presenta una originalidad inconfundible respecto a todos los demás seres vivientes que pueblan la tierra. Con conmoción y gratitud tomamos conciencia del valor, de la dignidad incomparable de toda persona humana y de la gran responsabilidad que tenemos para con todos. (Benedicto XVI, I Vísperas, I Domingo de adviento, 27 de noviembre de 2010)
La Santísima Virgen, Madre de los peregrinos de la Esperanza
Todas las almas verdaderamente cristianas han de profesar un gran amor a la Santísima Virgen y honrarla profundamente en su cualidad de Madre de Dios, así como por las virtudes que Dios le ha otorgado con este fin. …y rogarle habitualmente que nos ayude a ofrecer a Dios el servicio que le hemos prometido y […]