Durante la pandemia, el programa de San Vicente de Paul ha tenido que adaptar su servicio a las circunstancias para proporcionar alimentos. La gente espera afuera en la fila para recibir lo que solía servirse en bandeja sentado a la mesa, el menú: en un recipiente de plástico carne con patatas, un sándwich de tortilla, un sándwich de sardinas y una fruta.Un usuario “artista” que espera en la fila ha querido agradecer este servicio vital con un precioso dibujo. (Dibujo aquí)
Dibujo de un usuario como muestra de agradecimiento.
Antes, la mayoría de los usuarios del Centro eran hombres inmigrantes, pero actualmente el porcentaje de españoles ha aumentado y es más o menos la mitad y mitad inmigrantes. El porcentaje de mujeres era solo del 11%, ahora aumenta debido a que jóvenes trabajadoras de atención domiciliaria perdieron sus empleos. Eso le sucedió a Edita López, la anciana que cuidaba murió con el virus corona y su hija la obliga a abandonar el lugar de residencia durante 8 años. Le dio hasta el 10 de junio y no tiene ahorros porque envió a su familia en Paraguay todo lo que ganó.
Sor Josefa sirve aquí desde 2016 en la recesión de 2008 estaba en otro centro de otra ciudad y asegura que esta crisis es más grave. El 2008 fue solo financiera. Ahora, también es un problema de salud. En la crisis de 2008, “aquellos con una red familiar, especialmente padres mayores o abuelos, les ayudaron a salvar la situación, en esta pandemia, las personas se han quedado solas, los hijos no han podido estar con sus padres ancianos o enfrentar sus dificultades juntos”.
El rostro de la pobreza se ha vuelto borroso y en esta file de espera se puede ver a una persona sin hogar desde hace mucho tiempo, así como a una persona independiente que perdió recientemente su trabajo. Puedes reconocer a este último “porque las primeras veces que miran desde lejos, esperando que la cola avance, entran y salen”.
A lo largo de la acera hay más de una docena de mochilas de ciclistas esperando su mochila. La antítesis de trabajar para entregar comida en casa y alimentarse de la caridad. Jarrison viene casi todos los días aproximadamente a la 1:00 p.m., vino de Perú hace ocho meses para trabajar y poder enviar dinero a su familia, “pero ahora eso es imposible”. Gana unos 400 euros “y casi todo vale para el alquiler de alojamiento“. “Con lo que me dan las Hijas de la Caridad, me alcanza, o lo hago llegar, para el mediodía y la cena. También me han dado este traje de lluvia, estoy muy agradecido“, dice, mientras se dirige hacia el portal donde otros colegas se detienen para almorzar.
“Soy español y andaluz, en Erte (una medida de flexibilidad laboral, a veces antes del cierre de la empresa …) y con 10 euros en la cuenta“, grita el único español dispuesto a decir por qué tiene que venir a pedir.
Esperamos que esta pandemia pase pronto y el Centro Integral San Vicente de Paúl pueda seguir con su servicio Integral a nuestros hermanos/as.