En la Biblia, los ancianos son vistos como símbolo de sabiduría y bendición de Dios. Sin embargo, en la actualidad, en algunas sociedades, pueden ser relegados y abandonados, incluso por sus propias familias. Al llegar al final de sus vidas, muchos enfrentan el envejecimiento en soledad, con problemas de salud y escasez de recursos para sus necesidades básicas.
Además, su movilidad disminuida a menudo les impide participar en la vida social y religiosa.
Guiados por los principios de nuestros Fundadores, honramos la dignidad y la experiencia de los ancianos, brindándoles apoyo y comprensión que reflejan el amor de Dios. Nos ocupamos de ellos en sus hogares, en centros de atención y en las parroquias.